Un hombre quieto junto a la ventana, mira hacía mi pero no me ve.
Estático y de pie hace más de dos horas que está ahí.
Al principio lo veía claramente, era de día.
Ahora anochece y solo sé, que está ahí, porque ha quedado fijo en mi retina.
Cuando se encienden las farolas de la calle dejo de verlo y comienza a borrarse su silueta en mi retina.
Se convierte en sombra de recuerdo y entonces comienzo a pensar en qué puede hacer una persona, dos horas o quizás más de pie, delante de una ventana, mirando la calle.
He tomado tres cafés, he fumado varios cigarros esperando que pase algo más, pero no sé qué espero realmente.
Sin embargo no he podido moverme del sitio.
Como si descubrir al hombre quieto de la ventana hubiera sido algo mágico, o dramático o incomprensible.
Pero no ha sido nada de eso. Simplemente levanté la vista cuando acaba de sentarme y vi al hombre.
Y me pareció que miraba hacia mí (que no es seguro) está a bastante distancia como para detallar tanto, pero eso parecía.
Tenía las manos en los bolsillos.
Y eso, lo de las manos en los bolsillos tampoco tiene nada de dramático, pero, quieto y con las manos en los bolsillos es cuando menos, interesante.
Esta tan quieto, y siento en su mirada como una especie de curiosidad.
Eso lo estoy inventando porque ya lo he dicho, está bastante lejos, pero es lo que siento cuando miro y lo veo.
También puede sentir un odio profundo, un odio nuevo, recién descubierto, ha quedado congelado en el momento de la aparición del odio.
Nunca he sentido odio, o si lo he sentido habrá sido poco rato, o era rabia, pero para estarse así de quieto tanto tiempo en la ventana tiene que haber algo que salga de lo normal. Por eso pienso en odio, no lo conozco, es anormal para mí, es bueno para que encaje con este hombre quieto.
Es más, para que yo levantara la vista y lo viera ahí, en la ventana por fuerza él tiene que haber tenido una mirada profunda o ¿sigo inventado? tanto, que me obligó a mirarlo.
Eso creo.
Se va haciendo de noche, prenden las farolas, ya no lo veo.
Pero creo que lo siento.
toda idea engendra Claudia Chacón
Comienzo a tener temblores en las manos de tanto café.
Y además ya tengo hambre. Pero aun creo que no debo levantarme, él podría prender la luz y automáticamente lo volvería a ver.
Pero la luz está apagada.
Quizás ya ni esté.
Debería quedarme y esperar un rato más, total, ya llevo aquí bastante tiempo.
Pido la carta y me decido por un bocadillo de atún con mayonesa y un vaso de leche, además de una ración de papas fritas.
Listo, espero mi comida, se van prendiendo las luces de otras ventanas pero la del hombre no, o creo que no, ahora no estoy segura de que se haya ido de la ventana, que haya prendido la luz y ahora me confundo y ya no está.
Pero, de pronto pienso que quizás haya salido, bajado, y esté por aquí cerca, mirándome. ¿Por qué lo haría?
Que estupidez estoy pensando.
¿Quién hace semejante cosa?
No es conmigo su odio. Bueno si es que es odio, podría ser amor, totalmente perdido por el amor. Avasallado por un amor que lo ha tomado por sorpresa y llega a su casa y ha dejado a su amada y ahora se queda totalmente quieto para revivir cada segundo con ella, cada beso, no quiere perderse ni un recuerdo, nada, decide quedarse muy quieto y en realidad no ve nada, no mira nada, no oye nada, no escucha nada, solo se queda ahí quieto en la ventana en una tormenta de recuerdos que lo hacen vivir un torbellino interno nuevo y delicioso. ¿Para qué se movería? Para nada, quiere quedarse tal cual. Y puede que sin verme, me mira porque soy casi lo único humano, casi tan quieto como él, pero en una mesa, con un café y pequeñas levantadas de cabeza y mirada para observarlo.
Ahora si mira hacia aquí, como en todo este rato me ha parecido que hacía, ya dije, sin ver, me ve claramente, aquí está la luz del local, brillando en la calle, me debe ver claramente.
Traen mi comida.
Mientras como se me olvida completamente el hombre quieto de la ventana.
Pero totalmente. Tanto que cuando me acuerdo de golpe y me atraganto, toso y casi me ahogo.
Qué susto.
Levanto la vista. No lo veo. Pero no tengo dudas de que su ventana esté apagada

Ahora si estoy convencida de que ha bajado y hasta puede estar en este local.
En todo este tiempo ha entrado y salido un montón de gente.
Miro y detallo a todos. Ninguno tiene las manos en los bolsillos.
Claro, que estupidez (otra más), si viene a sentarse es difícil tener las manos en los bolsillos, pero aunque crea que es estúpido busco a alguien estático, con las manos en los bolsillos.
Pero no, ninguno.
Estoy casi segura de que aquí no está, debe seguir arriba, se habrá cansado de estar de pie y ahora descansa, o come, o habla por teléfono, o ve televisión.
Pero no puedo dejarlo ir así, sin más, con odio o amor, o puede que con pena, profunda pena por una pérdida, un descubrimiento doloroso, alguien te llama y te da una de esas noticias que no pasan del oído, se quedan ahí dando vueltas, la cabeza se vacía de golpe, y no piensas. Te quedas “de una pieza” nada se dobla, todo pierde su flexibilidad, músculos y nervios se paralizan y quedan absolutamente estáticos siguiendo al cerebro vacío de ideas.
Eso ha debido ser; pero usando este tiempo verbal no me queda más remedio que seguir esperando que algo pase porque no tengo certeza, ninguna, porque ese hombre quieto en la ventana debe estar viviendo sin duda una situación extrema, culminante, pico, álgida, emocionante y más, muchos sinónimos más, todos los sinónimos le calzan, todos se amoldan a él y eso es lo que no me deja moverme, aquí estoy pegada a la silla, esperando que se prenda la luz, o que llegue la mañana otra vez, lo que sea que me demuestre que este hombre quieto en la ventana sigue ahí viviendo en ese estado. Haciéndome vivir, pensando que no me ve, pero me mira.
Al fin, cuando ya decido que debo irme y soltar estas horas sin sentido, se prende una luz, se ilumina la ventana, no está él, pero ahí está. Ha superado el momento, ha vuelto a pensar, ha dejado de sentir terriblemente, profundamente.
Ahora seguramente tomará de nuevo el ritmo de su vida, ha salido de su parálisis, quizás no sanará pronto, quizás seguirá emocionado, odiando, amando, no lo sé.
No lo voy a saber nunca, me voy, lo dejo, me cuesta un mundo apartar la vista de esa ventana, sé que detrás esta él, con su vida, con sus dudas, pero yo sé que mientras estuvo quieto en esa ventana su vida estuvo absolutamente llena, rebosante, desbordada y yo estuve con él.