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UN MAR DE PALABRAS DICHAS SIN PRONUNCIAR

Fue como un buceo en aguas profundamente superficiales, densas, con su propio barullo azul.

Había burbujas que advirtiendo el  oxígeno y por lo tanto seguridad,así aunque sumergida, respiras, y callas.
Hasta pude palabrear en flores y circuitos. No sé explicarlo mejor, no hablé, solo palabreaba, eran palabras enredadas en las burbujas y en las ondas azules del liquido que a ratos parecía agua, a veces densa tinta, a veces nubes mojadas. Hasta en un momento estaba tan fría que parecía nieve sucia.

Entrar allí fue una decisión sin pensar. De esas que llaman  impulsivas, como un suicidio de ahora para ya mismo.

Simplemente escuché de la laguna silenciosa y la fui a ver, no entendía que tenía de especial una laguna que no hace ruido, pero Yelton me advirtió que no era eso, era silenciosa,  cuando estás acercándote o sentado en una de las muchas bancas del parque que rodea la laguna, el silencio es un ruido que no puedes dejar de oír.

Los oídos llegan a zumbar de tanto ruido que hace el silencio.

Y uno sabe que es la laguna sin ninguna duda. Porque hay patos y otras aves por ahí que rompen de repente el silencio, lo destrozan más bien, tanto, que saltas con un simple graznido, tanto, que tienes que taparte los oídos para que no te duelan.

Aunque te duelen lo mismo, porque el graznido se mete en los oídos y tapárselos más bien lo mantiene allí adentro.

Autor: Claudia Chacón

Autor: Claudia Chacón

De pronto, cuando iba llegando, el silencio me agarrotó la garganta, empecé a sentir una especie de ahogo, traté de respirar profundo pero no pude, me dolían los pulmones, estaban como apretados de tanto silencio. Me quité la chaqueta y los zapatos, casi sin dejar de caminar hacia la orilla. Tratando de respirar y sin pensar en nada, nada, entré en la laguna que se fue haciendo profunda a cada paso, como cortar gelatina, o taparse con arena.

O entrar en el mar helado, o todo junto.  Ella, la laguna,  te va llevando.

Cuando entré, descubrí que era continua, pero en dimensiones, absolutamente cuánticas.

Estás dentro y la ves desde afuera, pero entré.

Hasta que me tapó el agua y empecé a pensar, y ahí fue que pensé en palabras, algo así como: azul, onda, cortar, suave, morir, silencio, despacio, aire, agua, y entre las palabras hermosas había burbujas azules y blancas que parecían repetir el palabreo, un eco de aguas, un eco de ondas.

No alucinaba, lo sé, escuché algún graznido y tuve plena conciencia del lugar y de mi cuerpo empapado…

No empapado no, hecho uno con la laguna. Cuando salí, después de mucho rato, era de noche. Afuera las farolas daban una luz tenue y tranquila, algún auto pasaba, alguna sirena lejana.

Satisfecha, muy satisfecha de aquel silencio, totalmente hecho laguna.

 

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Abro los ojos y todo sigue ahí. Reflexión zen…

VIERNES 21 DE JUNIO SOLSTICIO DE VERANO

PRIMER DIA DE RUTINA, CON PUENTE Y COACH

 

Abro los ojos y todo sigue ahí.

Quieto, nada se ha movido.

Quizás el tiempo sí, pero no hay ningún reloj.

Menos mal.

 

Los vuelvo a cerrar, solo está, nuevamente el silencio, y eso no me gusta.

El silencio solamente habla del miedo.

Los muertos son endemoniadamente silenciosos.

Terriblemente silenciosos.

En el silencio de la noche bien entrada en la madrugada, el silencio es sospechoso de prepara emboscadas en cualquier momento.

Si no ¿porqué cualquier ruido, por suave y sedoso que sea, nos pone los pelos de punta?

El silencio es cómplice de cuanta cosa horrible y amoral existe en este mundo.

En silencio se piensan y traman los crímenes más asquerosos de los quese leen en la prensa.

¡Silencio¡ Es lo primero que te dice el ladrón, el secuestrador.

¡Silencio¡

Y jamás he podido vivir en silencio.

No podría.

Mi mente no para.

Mi lengua busca la palabra, cualquiera y habla.

A veces habla sin mí. Desprendida de mi se larga y discursea.

Y lo hace bien. No aburre.

En realidad, soy inteligente.

Sin embargo se me pide silencio.

Silencio para encontrar la esencia de la vida.

El porqué.

El equilibrio parece que solamente está en guardar silencio.

Así que vivo montada al borde de un largo, inmenso puente colgante, casi infinito, en el que ni siquiera sé, si hay abajo.

Sé que arriba, hay. Hay estrellas, ellas muestran el silencio. Lo puedo ver. Igual que la luna.

Por eso de noche debo salir y buscar espacios enormes como este puente.

Solo aquí puedo ver al silencio y tratar de entenderlo.

Quizás, solo quizás, si lo veo, así, con este sentido de la vista, lo convierto en algo realmente físico, tangible, aprehensible.

 

Quizás entonces las clases de Zen y de meditación tengan algún sentido.

No hay silencio en esas clases.

Hay frufrú de la ropa.

Ahí están todos.

Eso no es silencio. No para mí. Estamos quietos y callados. Pero el corazón late.

Lo sé.

No hay duda.

La luna si es silencio.

Las estrellas si son silencio.

Aquí en el puente. Estoy en silencio.

Mi lengua que parece que ni está. Mi boca está cerrada, perpleja por su ausencia.

Aquí subida no sé si hay abajo.

Pero estoy segura de que durante el tiempo que tarde en llegar abajo, habrá solo silencio lleno de terror, pánico total lleno de silencio.

Silencio para regresar al centro, al equilibrio perfecto. Zen, yin y yan.

El nirvana.

El silencio de los muertos, pero vivo, sintiendo de verdad.

Solamente falta soltarse.

Cierro los ojos, ahí está mi silencio.

Quieto. Nada se mueve.

Quizás el tiempo sí, pero no hay reloj.

Menos mal.

Me suelto.

 

 

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