Fue como un buceo en aguas profundamente superficiales, densas, con su propio barullo azul.
Había burbujas que advirtiendo el oxígeno y por lo tanto seguridad,así aunque sumergida, respiras, y callas.
Hasta pude palabrear en flores y circuitos. No sé explicarlo mejor, no hablé, solo palabreaba, eran palabras enredadas en las burbujas y en las ondas azules del liquido que a ratos parecía agua, a veces densa tinta, a veces nubes mojadas. Hasta en un momento estaba tan fría que parecía nieve sucia.
Entrar allí fue una decisión sin pensar. De esas que llaman impulsivas, como un suicidio de ahora para ya mismo.
Simplemente escuché de la laguna silenciosa y la fui a ver, no entendía que tenía de especial una laguna que no hace ruido, pero Yelton me advirtió que no era eso, era silenciosa, cuando estás acercándote o sentado en una de las muchas bancas del parque que rodea la laguna, el silencio es un ruido que no puedes dejar de oír.
Los oídos llegan a zumbar de tanto ruido que hace el silencio.
Y uno sabe que es la laguna sin ninguna duda. Porque hay patos y otras aves por ahí que rompen de repente el silencio, lo destrozan más bien, tanto, que saltas con un simple graznido, tanto, que tienes que taparte los oídos para que no te duelan.
Aunque te duelen lo mismo, porque el graznido se mete en los oídos y tapárselos más bien lo mantiene allí adentro.
De pronto, cuando iba llegando, el silencio me agarrotó la garganta, empecé a sentir una especie de ahogo, traté de respirar profundo pero no pude, me dolían los pulmones, estaban como apretados de tanto silencio. Me quité la chaqueta y los zapatos, casi sin dejar de caminar hacia la orilla. Tratando de respirar y sin pensar en nada, nada, entré en la laguna que se fue haciendo profunda a cada paso, como cortar gelatina, o taparse con arena.
O entrar en el mar helado, o todo junto. Ella, la laguna, te va llevando.
Cuando entré, descubrí que era continua, pero en dimensiones, absolutamente cuánticas.
Estás dentro y la ves desde afuera, pero entré.
Hasta que me tapó el agua y empecé a pensar, y ahí fue que pensé en palabras, algo así como: azul, onda, cortar, suave, morir, silencio, despacio, aire, agua, y entre las palabras hermosas había burbujas azules y blancas que parecían repetir el palabreo, un eco de aguas, un eco de ondas.
No alucinaba, lo sé, escuché algún graznido y tuve plena conciencia del lugar y de mi cuerpo empapado…
No empapado no, hecho uno con la laguna. Cuando salí, después de mucho rato, era de noche. Afuera las farolas daban una luz tenue y tranquila, algún auto pasaba, alguna sirena lejana.
Satisfecha, muy satisfecha de aquel silencio, totalmente hecho laguna.